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jueves, 24 de enero de 2008

Los primeros pasos del gitano-Diario La Nación 16 Nov.1997

Sony Music recupera en cinco compactos los comienzos musicales de Sandro

El revival está de moda en todos los campos de la canción popular. El éxito del bolero en la garganta de Luis Miguel es la más resonante de esas miradas retrospectivas. Y ha desatado toda clase de cosquilleos románticos entre los más jóvenes, y un repentino amor al arte en las compañías discográficas.

Y ya que el disco compacto reina en estos años 90 finiseculares como uno de los más apetecibles productos de consumo masivo, ese gran amor empresario por toda clase de música vendible en cantidades industriales tiene asegurada la amorosa retribución en dólares cantantes y sonantes.

Uno de los últimos rebrotes de esta onda pretérita es la edición, en cinco compactos, de la primera parte de la trayectoria canora de Sandro.

"Sandro y Los de Fuego", "Al calor de Sandro y Los de Fuego", "Alma y fuego", "Presentando a Sandro" y "Beat latino" son los cinco compactos que pertenecen a la colección "Best Price", lanzada por Sony Music.

Aquel muchacho de barrio

Roberto Vicente Sánchez, el que vio la luz un 19 de agosto de 1945 en Parque Patricios, estaba predestinado a seguir los pasos de Elvis Presley. De los dos Elvis: el primero, irreverente, símbolo de la eterna rebeldía juvenil plasmada en el rock; y el Elvis domesticado por el establishment norteamericano que se hizo un señor gordo y vicioso que cantaba tiernas e inofensivas baladas de amor.

Sandro esquivó con dignidad el venal tobogán de la rebelión domesticada. Más que dejarse llevar por palmarias concesiones, su espíritu se aplacó en la madurez. Y aunque engordó un tiempo como Presley, le pareció menos degradante -estética y artísticamente- internarse por el mundo del bolero (incluso compartiendo roles con la divina Olga Guillot) y la balada. La última prueba de esto es la edición -en 1994- de la propia Sony Music, de "Sandro Clásico", con temas como "Toda una vida", "Sigamos pecando", "Sombras", "Más de ti", "Te llevo bajo mi piel", "La sombra de tu sonrisa"...

Fuegos juveniles

Este revival se instala en los dorados años 60. Una década en que la opulencia en los campos del arte y la creatividad permanecerá como "uno de los lujos del siglo".

En medio de ella hubo brotes más cercanos a la euforia que a la inspiración artística. Este es uno de ellos, llevado a cabo mientras, en otro rincón de la ciudad (léase boliche La Cueva, de Pueyrredón) nacían y crecían Los Gatos, de Litto Nebbia.

Sandro y Los de Fuego grabaron por primera vez en febrero de 1964, luego de que el cantante hizo su debut en el vinilo (discos negros larga duración) en CBS -hoy Sony-, en septiembre de 1963.

La juvenil voz de Sandro se percibe aquí escondida entre las voces del grupo. El rock en castellano -una réplica de aquel primer intento de los mexicanos Teen Tops- irrumpe con temas de los Beatles (pleno suceso en esa época): "Un mundo sin amor", "Anochecer de un día agitado", "Niñito", "El dinero no puede comprarme amor", en traducciones de Ben Molar; boleros disfrazados con ritmo pop-rock, como "Te conseguiré", y decididos ritmos del rock, como "Hay mucha agitación", "Hippy Hippy Shake" y mucho pop romántico, donde proliferan versos ligeros, ingenuos.

El fuego de Sandro parece encenderse paulatinamente en "Hay mucha agitación", "Lágrimas solitarias" y "Los brazos en cruz", en los que ya se adivinan en sus vibratos inconfundibles la marca de todo un estilo.

El segundo CD: "Al calor de Sandro y Los de Fuego", grabado en la primera mitad de 1965, es la prolongación del primero: pop-rock, otras canciones de los Beatles ("Es una mujer", "Boleto para pasear", "Desde mi ventana"...), y un pop más cercano a la balada romántica. Aquí tampoco emerge el Sandro pasional. Permanece escondido en el grupo.

En cambio, en "Alma y fuego" la voz vibrante anuncia algunos rasgos de Sandro: el inconfundible vibrato, los pequeños adornos (apoyaturas) en la melodía, los fraseos cargados de pasión. "Como caja de música", de la triunfadora dupla Sandro-Anderle, es un ejemplo del naciente estilo.

"Presentando a Sandro" es el cuarto CD. Sin duda, lo más flojo de la recopilación. Mucho pop lavado, mucha letra simple (una recurrencia eufemística para nombrar a la tontería) va desfilando sin dejar rastro. Sandro aparece fugazmente en temas como "Hay mucha agitación" y "Viajero solitario". Hasta los Beatles de "Amame" resultan pasteurizados, pese a las buenas ideas orquestales de Milo, seudónimo nada menos que del excelente arreglador José Carli.

Finalmente "Beat latino", el último registro, nos acerca los primeros esplendores interpretativos de Sandro.

Temas como "Juanito guitarra", "Dile a la lluvia", "Ave de paso" (uno de los más recordados éxitos de la época), "Cuando hablo de ti", "Miguel e Isabel" y "Con los ojos del recuerdo", otro de los sellos inconfundibles de Sandro-Anderle, levantan la puntería.

La colección entera podrá significar para muchos cuarentones o cincuentones una vuelta a esta parte del pasado en el que la juventud le cantaba, con ritmo, al amor.

Hacia la mitad de los años 60 reinaba el beat en el rock de los grupos ingleses y en el vuelo incomparable de los Beatles. Un beat que irá diluyéndose en 1967. Aquí se producía, enseguida, uno de los clásicos golpes militares que derriban gobiernos democráticos. Sandro formaba un nuevo grupo: los Black Combo, con músicos de la talla de Bernardo Baraj y Adalberto Cevasco.

Sandro demostraba buen gusto al elegir arregladores del nivel de un José Carli y un Oscar Cardozo Ocampo.

De todos modos, no será éste su más alto vuelo musical y poético. Ni tampoco perdurarían estas canciones en el inconsciente colectivo, como estas otras que no aparecen en el presente rescate: "Trigal" (sobre todo, con una poesía que empinan las metáforas), "Te propongo", "Quiero llenarme de ti", "Así, "Rosa, Rosa", "Penumbras", "Yo te amo", "Cómo te diré", "Se te nota", "Te extraño", "Como lo hice yo"...

Quizás en ellos se muestra el Sandro empapado de gitanería, derrochando histrionismo, sangrando por la garganta con un expresionismo típicamente vernáculo, jugando al humor en la canción romántica con ese modo instransferible ejercido por su amiga Olga Guillot.

Algún nostálgico preferirá repasar este repertorio liviano, sin reparar en el fácil melodismo ni en las letras triviales. Uno, en cambio, se queda con el otro Sandro.

René Vargas Vera


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